domingo, 25 de noviembre de 2007

Querer es Poder.

Una orquesta entre la basura
Es sábado a la mañana y está nublado. De pronto, una melodía sobrevuela las basuras del vertedero Cateura. Por encima de las moscas verdes y del olor a podrido, la música sube de los oídos al corazón. Entonces, ya nada importa: los gancheros hacen un pequeño alto, se apoyan en sus herramientas y escuchan emocionados a Beethoven, Mozart, José Asunción Flores.

Los que tocan son niños de 6 a 14 años, alumnitos de la escuela de música “Sonidos de Cateura”, un proyecto de ProCicla y “Sonidos de mi tierra” del maestro Luis Szarán. Unos 40 chicos –hijos de los gancheros del mayor vertedero del país– estudian ahí 3 veces a la semana, a leer partituras y a tocar guitarra, violín, cello.

Cuando Crónica llegó al lugar, la mayoría de los alumnos ya se habían ido, pero Rodrigo (11), Yéssica (9), Yennifer (11), Rossana (14), Tania (9) y Shirley (11) se quedaron más tiempo, porque aman la música, dicen. Y se nota: apenas les pedimos que toquen algo, sacan sus instrumentos, atriles, partituras y arcos. Y tocan con la mente, el alma, el corazón, concentrados, atentos, serios... Happy Blues, Vals de los patinadores, Mis noches sin ti, Paraguaype flotan entre charcos de agua estancada, plásticos y cartones sucios.

Los niños quieren parecerse a Luis Szarán, dicen. Y las niñas a Berta Rojas. Pero todos admiran a los profes Daniel Allende y Favio Chávez (coordinador), quienes enseñan, tres veces a la semana, en “Sonidos de Cateura”. Allí los niños van descalzos o en zapatillas, y lo que menos importa es la pinta: solo hay que tener ganas de tocar un instrumento.

Rossana Raggini (14) –quien enseña guitarra a algunos chicos– cuenta que en junio pasado fueron al Centro Cultural Paraguayo Japonés (CCPJ) a un encuentro de músicos jóvenes llamado Talento Global. “Hubo muchísima gente. Tocamos Despedida e Himno a la Alegría, la 9ª Sinfonía de Beethoven. Yo temblaba de miedo (se ríe), pero después la gente nos aplaudió de pie. Fue emocionante”, dice. La pequeña “sinfónica” de descalzos o en zapatillas nos demostró ayer, sin ensayos previos, que la emoción vibra con cuerdas y tendones, si es auténtica. Como los sonidos de Cateura.

Violines de chatarra reciclada

Al lado de los chicos está María Victoria Ramos (30), cinco hijos, ex ganchera, hoy segregadora (limpia los materiales reciclados). “Este es un proyecto de Alter Vida para Cateura”, cuenta. En el mismo terreno en donde se realiza el reciclado funciona un taller de luthería en donde se fabrican instrumentos musicales de materiales encontrados en la basura.

Allí, por obra y gracia de los fabricantes Alberto Arévalos, Nicolás Gómez y del instructor Carlos Uliambre, las chatarras y tambores viejos se convierten en contrabajos, cellos, violines de lata ... La madera recuperada sirve para guitarras. El taller se llama ReciclArte y se dedica a la fabricación “de instrumentos y muebles a partir de materiales desechos como estrategia de inclusión social y económica”, dice un papel pegado a la pared.

Entre los alumnos de guitarra está Agustín Olmedo Mendoza (36), quien va al sitio desde hace 2 meses. Ayer escribió, a toda velocidad, este tema que dedicó al maestro y dire de la Osca: “Luìs Szarán, Luis Szarán/, gracias a Luis Szarán / abrió una puerta para mí / sin que pague ni un guaraní / fabricamos instrumentos de materiales reciclados / practicamos melodías entre moscas y polvos / entre negros y tiranos ...”.